jueves, 12 de enero de 2012

Fractura de tibia.

¿Qué es una fractura de la diáfisis de la tibia?

Se considera como fractura de la diáfisis de la tibia, aquélla que ocurre entre dos líneas imaginarias: la superior coincidente con el plano diáfiso-metafisiario proximal, y la inferior con el plano diáfiso-metafisiario distal.
Las fracturas que ocurren por encima de este límite superior, corresponden a fracturas de la metáfisis superior de la tibia, o de los platillos tibiales; cuando ocurren por debajo del límite inferior, corresponden a fracturas de la metáfisis distal o del pilón tibial; más hacia abajo ya son fracturas epifisiarias (tobillos).


Síntomas.

Con frecuencia se encuentran presentes todos los síntomas y signos propios de las fracturas, por lo cual, en la mayoría de los casos, el diagnóstico fluye desde la simple inspección:
  • Dolor intenso.
  • Impotencia funcional, aunque el peroné esté indemne.
  • Edema.
  • Equímosis.
  • Crépito óseo con los intentos de movilizar la pierna.
  • Frecuente desviación de los ejes: angulación y rotación del segmento distal.
  • Movilidad anormal de los fragmentos.
  • Bulas, generalmente de contenido sanguinolento: son indicio casi seguro de una fractura, generalmente de graves caracteres.
Por ello, el diagnóstico de la fractura misma es fácil, sin tener que recurrir a maniobras semiológicas, que debieran ser proscritas por dolorosas y peligrosas: movilización de los fragmentos buscando crépito óseo, o movilidad de los fragmentos.

  • Tratamiento.
Abordaremos este aspecto, por razones prácticas, en dos momentos de la evolución:
I. Tratamiento de suma urgencia; esto es, en el momento y sitio mismo del accidente.
II. Tratamiento definitivo.

Tratamiento de suma urgencia

Corresponde a un momento crítico, dramático por las circunstancias en que ha sucedido el accidente, por la inquietud angustiosa que trae consigo, además del dolor y necesidad de tomar una conducta urgente.
Debe considerarse además que es frecuente que, de la conducta acertada o equivocada que en esos momentos se adopte, dependa la evolución futura de la enfermedad. Exposición del foco, compromiso vascular o neurológico, shock, dolores indebidos, etc., suelen ser las consecuencias de una toma de decisión errada.

Conducta a seguir

  1. No mueva al enfermo hasta que se haya tomado una determinación inteligente.
  2. Coja suavemente, pero con firmeza, el pie y el tobillo y procure, con una tracción axial suave, pero sostenida, corregir el eje axial y la rotación de la pierna fracturada.
  3. Inmovilice el miembro inferior entero, desde la raíz del muslo hasta el pie, con cualquier elemento rígido: tabla, cartón, esquí, etc. Incluso da buen resultado un periódico doblado varias veces y conformando como un canal longitudinal.
  4. Fije todo el miembro inferior a la férula rígida (férula de Thomas), con vendas, correas, etc.
  5. Por último, si no tiene elementos rígidos a su disposición, fije el miembro fracturado, traccionado, al miembro sano.
Todo el procedimiento se puede realizar sin analgesia previa; si procede con calma y seguridad no debiera provocar dolor.
Si tiene analgésicos a su disposición, úselos sin vacilar, inyectándolos 15 minutos antes de intentar cualquier maniobra.

    Tratamiento definitivo

    Quizás sean pocas las fracturas que han motivado mayores controversias respecto al tratamiento definitivo.
    La lista de posibles complicaciones, riesgos producidos durante el desarrollo del tratamiento, o dificultades en el manejo de la fractura misma, es inquietante:
    • Elevada incidencia de exposición del foco de fractura.
    • Frecuente compromiso de las partes blandas que cubren la diáfisis tibial, agravado por el traumatismo quirúrgico de la técnica operatoria, con el riesgo inminente de la infección consecutiva.
    • Gran tendencia a la inestabilidad de los fragmentos, sobre todo en aquellas fracturas de rasgos oblícuos o helicoidales.
    • Dificultad a veces invencible para lograr la reducción correcta.
    • Obligación de conseguir reducciones perfectas, sobre todo en el plano lateral (varo y valgo del fragmento distal).
    • Conocida lentitud de los procesos de osteogénesis reparadora.
    • Frecuente producción de secuelas post-yeso: edemas residuales casi invencibles, rigidez de rodilla y tobillo, atrofias musculares, especialmente del cuádriceps, etc.
    Esta lista de riesgos y dificultades con que se enfrenta el médico en esta fractura, explica que se sigan todavía planteando diversos métodos de tratamiento.
    Por un lado, hay quienes preconizan, y con muy buenas razones, la excelencia del método quirúrgico (osteosíntesis) como tratamiento ideal; hay otros, también con excelentes razones, que preconizan como ideal el tratamiento ortopédico.
    La respuesta correcta al problema de cada enfermo, está en recordar que la decisión terapéutica está determinada por la consideración de numerosas circunstancias, que suelen ser diferentes en cada caso en particular, y sólo el estudio y evaluación inteligente y criteriosa de cada caso, permitirá la elección del método terapéutico ideal:
    • Tipo de fractura.
    • Anatomía de los rasgos.
    • Inestabilidad de los fragmentos.
    • Estado de la piel de la pierna.
    • Edad del enfermo.
    • Experiencia del equipo de médicos tratantes.
    • Nivel de adecuación de infraestructura hospitalaria (pabellón aséptico, apoyo radiográfico, excelencia de instrumental, etc.).
    Sólo después de haber estudiado profunda y reflexivamente cada caso, el médico deberá tomar una decisión definitiva y valedera para ese enfermo en forma particular.
    En la actualidad hay un convencimiento casi universal en el sentido de que el tratamiento ortopédico, no quirúrgico, sería, en la mayoría de los casos, el más eficaz y el que menos riesgos presenta al enfermo. Métodos no agresivos, usados en forma simple o complementados con técnicas de tracción, empleando el yeso como elemento de contensión e inmovilización, con una técnica correcta, logran conseguir, en la inmensa mayoría de los casos, consolidaciones perfectas en plazos variables entre 3 a 5 meses.

    Tratamiento ortopédico

    Tan pronto como sea posible, en general a las pocas horas del accidente, se debe reducir a inmovilizar la fractura. En este momento los fragmentos pueden ser manipulados con facilidad, no hay contractura muscular, aún el edema no se ha producido; por lo tanto, las condiciones para lograr una reducción e inmovilización son ideales.
    En general, si se actúa con suavidad, inspirando y ganándose la confianza del paciente, ni siquiera es necesaria la anestesia (focal o epidural).
    1. Enfermo sentado con ambas piernas colgando en el borde de la camilla. El peso mismo de la pierna actúa alineando y reduciendo la fractura.
    2. Médico sentado frente al enfermo en un nivel más bajo que la camilla.
    3. Colocación de malla tubular y protección de las prominencias óseas.
    4. Control visual de la correcta alineación de los ejes de la pierna: eje lateral, antero posterior y rotación.
    5. Colocación de las vendas enyesadas hasta por encima del tobillo (primer tiempo).
      Se controla y corrige los ángulos del pie, evitando la posición en equino, en varo o valgo; se controla y corrige los ejes de la pierna: rotación, varo-valgo y ante o recurvatum.
    6. Fraguado el yeso que inmoviliza el pie, se prolonga hasta un plano por debajo de la rodilla (segundo tiempo).
    7. Control radiográfico de la posición de los fragmentos.
    8. Se extiende la rodilla hasta dejarla en una semiflexión; entonces, se prolonga el yeso hasta un plano coincidente con el pliegue inguinal (tercer tiempo).
    9. Enfermo hospitalizado:
      • Pierna elevada.
      • Control clínico permanente.
      • Alerta ante los signos de compresión dentro del yeso.
      • Iniciar de inmediato ejercicios activos de movilización de los dedos del pie, cuádriceps y cadera.
    10. Alta cuando:
      • Se haya comprobado que no hay edema.
      • El control radiográfico demuestra una correcta y estable reducción.
      • No haya molestias derivadas del yeso.
    En la mayoría de los casos, el enfermo le quedará eternamente agradecido.
    La ya conocida fractura de tibia del jugador de fútbol David Villa, perteneciente al F.C. Barcelona, es una fractura de este tipo. Tras su operación tendrá una larga recuperación de 6 meses hasta estar de nuevo en plenas falcultades.

    La información ha sido sacada del "Manual Merck" y de "Youtube".

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario